No
es sencillo determinar a ciencia cierta los cánones de la creación y poder
responder a la misma vez aquellas preguntas que todos nos hacemos desde que
somos pequeños y elaboramos un uso de la razón: ¿Quién nos creó
originariamente?, ¿Por qué soy como soy?, y, sobre todo, ¿Está bien estimado y
desarrollado lo que hemos hecho hasta ahora? ¿Cómo pensaremos, seremos, y
actuaremos en el futuro?
Pues
bien, dejando la gran incertidumbre del alma filosófica que todos deberíamos
tener, a raíz de todas estas preguntas, desde tiempos inmemoriales, la raza
humana ha querido siempre dar respuestas definitivas, creando con ello a seres
superiores a nosotros con poderes sobrenaturales e inexplicables al mismo
tiempo. Son los llamados “dioses”. Podemos sacar ejemplos de cualquier
civilización tanto antigua como actual: desde la gran cantidad de creadores en
los que creían los egipcios, pasando por el gran dios cristiano predominante en
la cultura occidental y llegando a la amada naturaleza de Buda. En lo que
coinciden todas las religiones es en el ímpetu y la necesidad de saber, el cual
hizo que buscásemos subyugar respuestas.
Si
pensamos objetivamente la finalidad, “subjetiva” en el método utilizado, de las
religiones, siempre ha sido en un principio ni más ni menos que la de mejorar
nuestra vida sintiéndonos realizados con lo que pensamos y expresamos, pero
nunca se desarrolló de esa forma. Una gran cantidad de guerras, discusiones y
demás situaciones aterradoras nos siguen perturbando en pleno siglo XXI. No nos
conformamos con las Cruzadas entre los siglos XI y XII, con las guerras santas
francesas del siglo XVI, ni tan siquiera con la gran Guerra de los Treinta Años
del siglo XVII entre cristianos y protestantes. Aún hoy somos testigos de
grandes estafas y engaños a causa del concepto de religión, que nada tienen que
ver con esta realmente. Ejemplos son las sectas que sacaron en su momento un bono
para molestar, porque no se puede decir de otra forma, a personas que podríamos
decir que “ya eligieron su equipo”, pasando de la tolerancia a la falta de
respeto cuando el insistir se convierte en obsesión. También podríamos
mencionar las cartas de indulto para que te perdone dios, con fines económicos
o sociales, tan populares antiguamente, o el preocupante problema actual del
yihadismo.
Y
es que actualmente en nuestro televisor podemos ver atrocidades de todos los
tipos a causa de la creencia en un “estilo de vida” totalmente inventado y para
nada racional, sobre todo en Medio Oriente, donde a los niños se les usa de armamento
militar, las ideas intelectuales adquieren un valor nulo en las mentes de las personas,
y a las mujeres se les puede apedrear fácilmente por un grupo de machotes que
intentan demostrar poderío del sexo varonil (sí, hablo de la lapidación, puesto
que en el Islam una mujer no se puede divorciar de su marido ya que
supuestamente al casarse pasa a ser de su propiedad, así, como si de un animal
de compañía se tratase… ¡Y ten valor a contradecir a Alá!).
Pero
no nos vayamos del tema. Para llegar a estas situaciones hemos tenido que pasar
por un largo camino, o por muchos caminos, como se quiera ver. Con toda la
convicción del mundo y dando toda mi “fe” (nótese la ironía), es evidente que
la gran finalidad de la creencia se vio obstaculizada por las instituciones
referenciales a susodicha. Mucha es la gente que dice que los escritos antiguos
como la Biblia o el Corán son inventos que se hicieron para ensalzar a los
dioses y meternos en la cabeza una mentira muy bien ejecutada, la GRAN estafa
de la vida. Yo no puedo decirte si es verdad o no que ocurrió lo que dicen los
escritos, pero sí puedo establecer que el foco problemático de la religión no
viene de ellos, puesto que no son más que palabras. El foco real del desastre
es la “falsa religión” que se ha creado a partir de todo lo contado hasta
ahora. Infinito es el número de almas que entregan su uso de razón a la
creencia y se desvinculan del propósito verdadero, el mejorar y avanzar, y no
el sustituir tu capacidad de reflexión por unas pautas que nunca pensaste (ojo,
que, como persona, tengo mis creencias, y puedo asegurar que no estoy siendo ni
voy a ser parcial pese a la relatividad del asunto).
Es
impensable el abandono a nuestra suerte al que hemos llegado a través de las instituciones
y las reglas religiosas que nos hemos implantado a nosotros mismos con el
propósito de sentirnos satisfechos, porque aunque nos las hayan implantado
otros, no hemos hecho nada para evitarlo y la culpa por lo tanto es nuestra.
Queramos o no, tenemos que convivir con gente que cree diferente a otra gente,
y así sucesivamente. No obstante, atribuimos nuestros fallos y nuestras
penumbras a las divinidades, porque, si no, ¿Por qué dios nos deja que suframos
por él?, ¿Por qué no proclama la paz mundial y consigue que todos seamos
felices y se acaben las guerras?
¡Clarísimamente
porque él no las originó, y no tiene el deber de solucionarlas! El ser humano
ha querido echarle la culpa a un concepto abstracto, el cual no es posible
demostrar científicamente, de todos los problemas que ha tenido (al igual que
de los logros), limpiándose las manos tan sucias que siempre ha tenido.
Efectivamente nosotros somos la causa y consecuencia de todo el mal que nos
rodea. Esperamos que las cosas mejoren creyendo ciegamente en algo pero sin
hacer nada al respecto, y si no nos complace queremos pensar que no ha sido
debido a nuestra inmadurez como espíritus, sino que la culpa de todo la tiene
“el de arriba”. ¡Y una mierda! Con perdón de la expresión, las instituciones no
reflejan ni han reflejado nunca la capacidad que podemos llegar a tener de
mostrar una fe que nos ayude en nuestra vida. Nos han impedido avanzar, pues
para ellas no existe la fe en uno mismo.
Estas
mencionadas instituciones que quieren reunirnos en comunidades religiosas están
controladas, llevadas y ligadas a otras y por otras personas e instituciones
que no tienen nada que ver con la religión propiamente dicha, que pueden tener
otros fines ocultos para nada morales. ¿Por qué no podemos ser críticos frente
a ellas?, ¿Es que tan solo agnósticos, ateos, o contrariados a dicha
institución pueden ponerse en contra? Dichos establecimientos tienen como
portavoces personas influidas por intereses externos, y el fallo que tenemos es
atribuir los errores a, como antes he mencionado, la religión como concepto,
olvidándonos de lo material, de que nunca el fin de ella fue lo que nos quieren
hacer ver. El mundo pudo haber mejorado a grandes zancadas a través de la
religión, pero el disfraz con el que los delincuentes de la historia nos han
estado engañando han cambiado la esencia de la palabra y han hecho que le
tengamos odio, o lo que es peor, miedo.
Con
todo esto no quiero decir que no hayan representantes de instituciones como,
por ejemplo, de la Iglesia en el cristianismo, que hagan perfectamente sus
funciones y no perjudiquen en absoluto a su funcionamiento. Es más, que lo
mejoren. O obispos honestos, para dar más ejemplos.
Solo
quiero que abramos los ojos y no nos dejemos llevar por la corriente populista
tan común en nuestros días de ser un alterador del orden, que hace que nos
olvidemos de dar nuestra opinión de una forma concisa y respetable, pues este
problema se puede traspasar a muchos otros que nos asolan en el día a día. Ojalá
llegue el momento en el que no se mezcle el significado verdadero que siempre
pudo tener la religión con el que le dieron con los años, el día en el que una
persona pueda decir que cree en sus posibilidades y en su visión del mundo para
mejorar su situación y vivir en armonía, sin entrar en contradicción con algún
forofo adicto a malinterpretar libros sagrados, el día en el que poseamos una
razón libre sin obstáculos provenientes de payasos que se hacen pasar por
portavoces de un estilo de vida, que quieren inculcarnos unas determinadas
pautas. Cuando llegue ese momento, quizá miremos atrás y veamos cuántos pasos
en vano dimos en nombre del clero, dejando así de retroceder y comenzando a ir
de nuevo al frente sin tener que esperar una carta de indulto por tropezar con
las circunstancias que se nos muestra a lo largo de la vida.
El
problema, señores, radica de cómo hemos interpretado el significado de la
religión, pensando que lo que nos muestra un edificio, una persona, o un
conjunto de ellas es lo que quiere decir en sí esa creencia.
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