Para empezar, nos tenemos
que plantear si el deporte realmente incentiva al aprendizaje de los valores
que tantas veces mencionamos. Dichos valores pueden ser sociales: respeto, cooperación,
relación social, amistad, competitividad, trabajo en equipo, participación de
todos, expresión de sentimientos, convivencia, lucha por la igualdad,
responsabilidad social, justicia, preocupación por los demás, compañerismo,
etc. El deporte también tiene valores personales: habilidad (física y mental),
creatividad, diversión, reto personal, autodisciplina, autoconocimiento,
mantenimiento o mejora de la salud, autoexpresión, logro (éxito, triunfo),
autorrealización, recompensas, reconocimiento, aventura y riesgo,
imparcialidad, deportividad y juego limpio, espíritu de sacrificio,
participación lúdica, perseverancia, humildad, autodominio, obediencia, etc.
Toda esta cantidad de valores que pueden trabajarse en la práctica deportiva,
no obstante, no siempre han sido plasmados en los deportistas a lo largo de la
historia que conocemos en nuestros días, o han querido ser plasmados pero de
una forma muy diferente a como los conocemos actualmente.
Se dice que el deporte
desarrolla el carácter, es una escuela natural de moralidad. Dicha escuela está
impregnada en el tuétano de la sociedad porque desde los clásicos, entre los
cuales incluimos al filósofo Platón, se ha incluido el deporte dentro del marco
social de cualquier civilización. En concreto, para Platón educación y deporte
van íntimamente relacionados. El concepto de deportividad se ve entonces como
un plus moral, pero… ¿Esto es así o es una cuestión ideológica? En el ámbito
universitario tenemos que plantearnos si el deporte cumple las expectativas
planteadas o realmente nos hemos estado equivocando a lo largo de toda la
historia. Se ha conformado esta ideología, y tenemos que ver si se compadece
con la realidad o no. Hay 3 hechos históricos relacionados con este tema, los
cuales son el deporte griego, el sport inglés y el neo-marxismo.
Para el deporte griego de
la Antigua Grecia hay un ideal del deporte y de la educación, llamado Areté
(simbolizando la excelencia). El Areté es un concepto crucial que tiene una
función religiosa y forma parte de la cultura, de la competición deportiva,
tiene que ver con la victoria, las escasas reglas, los valores de una persona,
los valores sociales, el ser valiente y noble si realizas deporte. También
muestra belleza, capacidad, sabiduría… Sin embargo, todas estas virtudes eran
solo para los aristócratas, habiendo por lo tanto una desigualdad social muy
notoria, pues no se consideraba que los habitantes del pueblo raso pudiesen
practicar algún deporte ni como fin lúdico ni como fin competitivo.
En cuanto al sport inglés,
desarrollado en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX, se caracteriza por
el hándicap, el amateurismo, los récords, la negación de lo popular y el
Fair-Play. El hándicap es la resistencia impuesta por la naturaleza para una
actividad, la inercia errada que iguala las posibilidades, la desventaja
impuesta por el deterioro del uso. El amateurismo se refiere a que no pueden
participar en los deportes jugadores profesionales que se dediquen
exclusivamente a un deporte concreto. Por lo tanto, como solo disponían de
medios los aristócratas, el deporte es cosa de caballeros, no de clases
populares, y hay una gran desigualdad social teniendo las mimas condiciones del
antiguo deporte griego. Se empiezan a registrar los primeros récords en las
distintas modalidades deportivas, los cuales se irían superando conforme
avanzasen los años y mejorasen los deportistas. Por último tenemos el
Fair-Play, cuyo significado es juego limpio. Se entiende por inercia que los
caballeros no hacen trampas porque son profesionales con valores y que las
clases populares no cumplirían estos requisitos y por lo tanto no merecen
participar. Los dos elementos que caracterizan al deporte inglés por encima de
todos los demás son el juego limpio como valor y la práctica deportiva por mero
placer. Hay un reconocimiento y respeto a las reglas de juego, una relación
correcta con el adversario, un mantenimiento de la igualdad de oportunidades
más allá de las normas (característica claramente sobre el papel, pues todo el
mundo no podía llevar a cabo una práctica deportiva), un rechazo de la victoria
a cualquier precio como la que tenemos en nuestros días y podemos ver en
cualquier equipo de base, una actitud digna tanto en la victoria como en la
derrota, y un compromiso real con la actividad y los compañeros. FAIR PLAY.
Pero no todo es tan positivo, pues niegan lo popular: hay recreaciones crueles
como lo son la matanza de animales, la violencia en el fútbol predeportivo,
etc. También tenemos la ya mencionada difícil distinción entre amateur y profesional,
la cual hasta los JJOO de Barcelona 1992 no se soluciona, negándose lo popular.
Tenemos un ejemplo de la época: John
Brendan Kelly, también conocido como Jack Kelly, albañil de profesión y
campeón olímpico de remo. Fue uno de los remeros estadounidenses más exitosos
en la historia del deporte de remo. Fue triple ganador de la medalla de oro
olímpica, el primero en hacerlo en el deporte de remo. Su padre, John Henry
Kelly, también era un gran deportista en la misma modalidad.
A lo largo del siglo XIX
existe una evolución en el concepto del deportista amateur: en 1866 se define
como amateur a aquella persona que nunca ha participado en una competición
pública. En 1867 tampoco se considera como amateur, además de a lo mencionado
anteriormente, a cualquier persona que se dedicara a ser mecánico, artesano,
ganadero, o cualquier trabajo de índole similar. Un año después, en 1868, se
define al amateur como el caballero… Evidentemente en las 3 definiciones dadas
se excluye a la clase popular.
Llegamos al tercer punto
histórico relacionado con el hecho de la deportividad, el neo-marxismo de mitad
del siglo XX. El neo-marxismo, en relación con el pensamiento marxista, se
remonta a los primeros escritos de Karl Marx anteriores a la influencia de
Engels, rechazando el determinismo económico percibido de Marx en los escritos
posteriores prefiriendo hacer hincapié en aspectos psicológicos, sociológicos y
culturales. Para este movimiento el deporte es un producto del capitalismo, los
clubes son los patronos y los deportistas profesionales corresponden a los
obreros. Esto genera la misma historia de las empresas, pues los deportistas
son nuevos trabajadores. Se ideologiza el asunto del deporte como antes se
había hecho desde otra perspectivas como el deporte griego y el sport inglés.
Por lo tanto, tras estos
hechos se dan diversas afirmaciones sociales dominantes: que la práctica del
deporte por sí misma no desarrolla valores, que dicha práctica por el contrario
genera antivalores, que la deportividad en un sentido u otro se transfiere de
modo automático a otros contextos, etc. ¿Es todo esto verdad? Podemos ver en un
partido de fútbol de alevines (10-11 años), por nombrar un ejemplo, cómo el
padre de uno de los jugadores le dice a su hijo que le ponga el codo en el cuello
al rival para que este no pueda saltar. ¿Qué deportividad reside en ese acto?
Tenemos medidas de contraste de las hipótesis mencionadas: por un lado se
quiere dar un razonamiento moral, dar ejemplo con el Fair-Play, el autocontrol…
Pero por otro vemos la cara oscura, la agresividad.
Para investigar si la
práctica deportiva contribuye al aprendizaje de valores, la estrategia más
utilizada es: comparar deportistas y no deportistas y ver si hay diferencias
significativas entre ellos, observando el impacto de los niveles de implicación
personal en los valores de la deportividad del deportista con respecto al no
deportista. Si se confirmaran las hipótesis los deportistas tendrían un
desarrollo moral mucho mayor que los no deportistas, el cual a mayor implicación
en la cantidad de horas de práctica deportiva (no de educación física) tendrían
mayor desarrollo moral. Estas dos hipótesis rechinan, obviamente esto no es
así, nosotros no mejoramos moralmente por el mero hecho de salir a correr,
jugar un partido o ir al gimnasio. Por ejemplo: efectuados los contrastes entre
jugadores universitarios de baloncesto y sus homólogos no deportistas, se vio
cómo los primeros realizaban razonamientos morales menos maduros que los
segundos. Otro ejemplo lo tenemos en participantes de este experimento que
practican deportes de contacto alto, tanto hombres como mujeres, los cuales
tampoco por dicha práctica desarrollan mejoras en su moralidad. Sacamos así las
primeras conclusiones: la práctica del deporte tal como se realiza en la
actualidad no desarrolla valores. En determinadas circunstancias los resultados
pueden ser los contrarios.
Surge una nueva pregunta
de investigación: ¿Por qué los deportes de medio y alto contacto inciden de
manera tan negativa sobre determinados valores y actitudes de los deportistas?
Las nuevas hipótesis que intentan darle solución a esta pregunta dicen que es
por consecuencia de la lógica interna de los deportes (interacción física con
el adversario en deportes como la lucha, el fútbol, el balonmano, donde el
contacto físico es muy elevado). También dicen que es por un resultado del
contexto social, educativo y cultural en que se desarrollan estos deportes. Los
resultados de estas hipótesis concluyen lo siguiente: lo que verdaderamente
predice los comportamientos desadaptativos es la variable contexto, el medio en
el que se ponen en práctica los deportes de contacto (resultados categóricos),
las personas que juegan un papel importante en el deporte de manera externa. No
es la estructura del deporte, sino el contexto. Las evidencias de este son: el
clima estructurado por el entrenador, responsable máximo del juego y la actitud
desarrollados por sus jugadores, los compañeros de juego, los padres, los
espectadores, y los medios de comunicación social. Todos cobran gran
importancia a la hora del buen o mal aprendizaje de valores, pero concretamente
el papel de los padres y de los medios de comunicación es esencial, pues son un
factor diario que incide mucho en la futura conducta de los jugadores en el
campo de juego. Diariamente vemos cómo los padres dan mal ejemplo desde las
gradas por su afán de que sus hijos lleguen a ser en un deporte lo que ellos
nunca consiguieron, y también en la televisión, la radio y los periódicos vemos
y escuchamos cómo los medios no se centran en lo más bonito e importante del
deporte, sus valores, sino en las peleas, las discusiones, los contratos de los
jugadores, las camisetas, etc.
¿Tienen los entrenadores
que hacerse responsables de la conducta de sus jugadores? Claramente sí, es un
deber que deben de llevar a cabo. ¿Se podría manipular el contexto, no sólo
para eliminar las actitudes inadecuadas sino incluso para utilizar el deporte
como elemento educativo? Sí, con un desarrollo de habilidades para la vida, con
el deporte para la paz, con educación socio-moral, con el desarrollo de la
responsabilidad personal y social, y con el deporte para educar en valores.
Todas estas respuestas son posibles programas de intervención para mejorar los
comportamientos éticos.
La mera práctica no
genera valores. Es la intervención sistemática, voluntariosa,
extraordinariamente dirigida, la que genera esos valores educativos. ¿Cómo debe
de estar guiada esta intervención pedagógica? Debe de haber formación y
compromiso del profesor y entrenador en el desarrollo de valores, establecer
metas a las que dirigirnos, asumir las metas establecidas (tener una
programación de valores porque voy a trabajar con mis alumnos para conseguir el
aprendizaje de dichos valores), tener calidad en las relaciones personales, y
desarrollar actividades, planes y estrategias. El deporte supone una relación
personal cálida entre profesor/entrenador/monitor y alumno/jugador, pues si no
tenemos alguien que nos dé ejemplo no podremos perfeccionar nuestra moral y
conducta por nuestro propio camino. Más principios pedagógicos para saber cómo
debe de estar guiada la intervención pedagógica son aprender a través de la
práctica, hacer una reflexión y puesta en común al final de las clases o
entrenamientos, que haya una transferencia a otras situaciones diferentes, y
evaluar todo el proceso. Por eso las clases de educación física deben
incorporar una parte final que cultive valores deportivos, evaluando el
proceso. “No hay que vender humo”.
Llegamos así a las
siguientes conclusiones:
- La mera práctica del
deporte no desarrolla valores.
- La práctica deportiva
en la actualidad se asocia a tendencias agresivas.
- Es preciso establecer
políticas educativas que enseñen a practicar y consumir deporte.
- El profesor o
entrenador es un elemento esencial en este proceso.
Desarrolla deporte no
quien lo aprovecha como contexto para mostrar tendencias políticas, proyectos
económicos o ideologías, sino quien sabe apreciar la técnica de un jugador, la
táctica de un equipo, el modelo de entrenamiento de un entrenador, el juego
limpio entre dos o más rivales, e infinitos aspectos más que hasta ahora no
hemos sabido apreciar totalmente y por los cuales merece la pena luchar,
enseñando a todas las personas, pero sobre todo a los niños y niñas, qué es lo
realmente importante del deporte, dejando atrás la típica respuesta de muchos
niños cuando se les pregunta qué quieren ser de mayor: “Yo quiero ser
futbolista para ganar mucho dinero y no tener que estudiar”.
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