Dar una educación completa a los hijos es una de las mayores
responsabilidades de los padres y una de las cosas más complicadas que hay.
Todo ello se traduce en una difícil lucha en la que los padres se valen de la
dialéctica (o no, ya me entendéis) para que sus hijos se comporten de la forma
adecuada en todo momento, esto es, deben inculcárseles a los niños los valores
suficientes para que estos sean dotados de moral, para que sean personas de
provecho, para que estudien, para que trabajen… Este artículo se centrará en la
educación que los padres dan a los hijos, pero saliéndome un poco del paradigma
típico, pues no me centraré tanto en las “malas artes” que puedan utilizar los
padres para educar a sus hijos, sino en el contenido de esa educación, es decir,
lo que se enseña.
Un padre está en la obligación de formar a su hijo para que
este actúe de un modo “políticamente correcto”, lo que sería el manual del buen
ciudadano: no matar, no robar, tratar a las personas con respeto, ser educado,
obedecer la ley, bla bla bla. Pero no es eso a lo que me refiero, cuando digo
“lo que se enseña”. Y es que surge un problema cuando el padre sobrepasa los
límites de sus obligaciones y comienza a imponer su propio pensamiento al hijo.
No es atípico que un hijo tenga la misma ideología que su padre, sea esta de un
extremo o del otro, entonces es cuando comienzo a pensar que el padre ha
educado al hijo proyectando su pensamiento sobre el de su descendiente.
Pensaréis, “¿acaso no es el padre el encargado de educar a su hijo? ¡Este puede
hacer que su hijo piense como quiera!” Estoy radicalmente en desacuerdo. Y es
que ser padre no te da licencia para hacer que tu hijo piense de una
determinada forma, eso sería privar a tu hijo de uno de los mayores tesoros de
los que podemos disfrutar desde que nos deshicimos de los estados totalitarios,
hablo del libre albedrío. Un padre
no es dueño de su hijo, ni de su pensamiento, por tanto, el padre, cuando le
impone su ideología al hijo, está arrebatándole uno de los mayores bienes de
los que podrá disfrutar, la libertad de pensamiento. Opino que suprimir la libertad
de pensamiento de un hijo aprovechando la fácil manipulación de los niños de
corta edad es algo deleznable y ruin. El
“Mi hijo debe ser católico, patriota, le gustarán las mujeres…” o el “mi hijo
será comunista, ateo…” son frases que mucho daño hacen.
Se puede estar más o menos de acuerdo conmigo, pero lo
innegable es la extraordinaria importancia de la libertad como valor superior y
del que estamos dotados todos los seres humanos, valor sobre el que
absolutamente nadie (tenga mi sangre, porte una sotana o haga uso de la
demagogia en discursos públicos) debe inmiscuirse. Una persona es dueña de sí
misma, y punto. Entonces, ¿no es reprochable que un padre, por muy padre que
sea, imponga su ideología al hijo? Me veo en la necesidad de aludir aquí al
genial discurso de Fernando Fernán-Gómez interpretando a un profesor en la
película “La lengua de las mariposas” de José Luis Cuerda: “En el otoño de mi
vida, yo debería ser un escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca
dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si
conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya
nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.”
La frase va dirigida a atacar a los regímenes totalitarios, pero podría ser
perfectamente adaptable aquí.
Como buen amante del cine que soy me resulta casi
absolutamente imposible evitar la comparación entre esta “supresión de la
voluntad” de los padres a los hijos con la “supresión de la voluntad” latente
en la película “La naranja mecánica” del genial Stanley Kubrick. Cierto es que
dicha comparación pueda resultar un poco radical teniendo en cuenta que en “La
naranja mecánica” el individuo es atado con los ojos abiertos y sometido a
ciertas “torturas” y que en la película no son los padres quienes ejercen la
función educadora, sino el Estado. No obstante, ¿acaso no es el resultado el
mismo? ¿Acaso no termina siendo impuesta la moral y el ideal de uno sobre el de
otro? Sea como sea, cuando a Alex le aplican la terapia en “La naranja
mecánica” nos llegamos a solidarizar por el e incluso sentimos lástima, porque
no vemos a un ser humano con capacidad de decisión y elección, sino a alguien
que ha sido coaccionado, chocando con la idea de libertad de las sociedades
occidentales. Si a los hombres se les priva de ese derecho (aunque lo usen en
perjuicio del resto) se les priva de la facultad de ser humanos.
Y es que durante la infancia, todo lo que los niños perciben
en el hogar, quedará profundamente marcado en sus vidas y su influencia durará
toda la vida. Por este motivo, los padres deben de ser muy cuidadosos con sus
actos, con su conducta, con las muestras de afecto y cariño, con la disciplina
y es su deber proporcionarles un clima de comprensión, de afectividad, de
respeto, de tolerancia, de humanidad donde cada miembro de la familia pueda
expresarse con libertad sin miedo y donde el niño pueda sentir que su hogar es
un refugio.
Entonces llegamos a uno de los grandes problemas en la forma
de educación de los padres hacia sus hijos, que es el estilo educativo
autoritario: los padres estiman aquí que la educación ha de fundamentarse en el
estricto cumplimiento de normas inmutables. Los niños son vistos como sujetos
pasivos, no pueden razonar o pensar sobre las normas, dichas normas están fuera
de toda crítica. Los puntos de vista de los niños no se tienen en cuenta o se
infravaloran, según los padres les falta capacidad y experiencia, las pautas de
comportamiento son impuestas y la respuestas a su desacato el castigo. Como un
dictador, el padre se cree dueño de su hijo y dicta e impone sus normas sin dar
explicación lógica, suprimiendo el pensamiento del niño, sea este más o menos
acertado. Entonces el niño se convierte en una “naranja mecánica” privada del
libre albedrío.
Siendo indiscutible la necesaria labor de los padres en la
educación de sus hijos, en su formación como persona, y siendo también
importante la libertad de pensamiento de un hijo, ¿son estos compatibles?
¿Cuáles son los límites entre uno y otro? Son compatibles, porque yo soy libre,
porque yo soy moral. Queda en manos de los padres hacer de sus hijos seres
pensantes o naranjas mecánicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario