Simplemente estás ante una reflexión personal, no ante un intento hipócrita de dar pena. Te
aviso de que si intuyes lo contrario puedes masturbarte en lugar de perder
tiempo de tu vida en leer lo que viene a continuación. Aunque no lo parezca a
simple vista, definitivamente puedo decir que he sobrepasado el límite de lo
racional y la ambición me ha comido a mí mismo.
Hoy,
día 28 de Junio de 2016, tras pasar dos días de las elecciones generales
españolas donde el Partido Popular ha vuelto a llevarse la victoria, puedo
decir que no me encuentro conforme. No es precisamente por el resultado político,
con el que obviamente tampoco estoy de acuerdo (por detallar información), sino
porque al levantarme he recordado lo duros y ambiguos que han sido mis últimos
dos años, en los cuáles he sufrido problemas de diversas índoles. No me
encuentro conforme con lo vivido en estos dos últimos años porque he estado
“ciego”, sí. Al igual que los grandes líderes de los partidos políticos y de
las diversas corrientes que pasan a lo largo de la historia, ha llegado el
momento de recapacitar, pues cuando se sale de una mala racha es cuando se ve
si realmente vales o no, y si en un futuro cercano sabrás qué es lo mejor para
ti anteponiendo la razón al sentimiento.
El
primero de dichos dos años estuvo caracterizado por el fracaso académico. Yo
era alumno de nuevo ingreso en un grado de ciencias al que entraba con mucha
ilusión y muchas expectativas. Entonces digamos que “estaba en las nubes”, todo
era perfecto, estudiaría lo que me gustaba para trabajar en ello en un futuro y
dedicar mi vida a la investigación en dicha rama. Pero no todo fue tan bonito
como pensaba, pues conforme avanzaban los meses vi que no me sentía definido
con dichos estudios. Uno
puede pensar que es una tontería, que no pasa nada por equivocarte, que le pasa
a mucha gente, que al siguiente año te cambias fácil a otra cosa y todo
solucionado, pero no, no es exactamente así. Para empezar, yo soy de esas
personas que no pueden tragarse y “vomitar” contenido si no sienten un interés
mínimo por él, y también soy de los que no comprenden cómo otros dejan pasar su
vida sin hacer nada, o simplemente condicionan sus elecciones a lo largo de su
vida según lo que haga la mayoría, la llamada manada Ver cómo pasaban los días
y no era capaz de estudiar lo necesario no era muy agradable, la verdad, pero
lo peor no era eso, sino el ir a clase y sentir que no estabas, que hacías la
misma función que una silla vacía, absolutamente nada, que en las prácticas
registrabas las explicaciones del profesor porque sí, para simplemente no
sentirte mal contigo mismo cuando sabías que lo mismo daba tomarlas que no
debido a tu nulo interés. Tu generación avanzaba, tus amigos tenían
dificultades pero finalmente se sacaban las asignaturas y terminaban más o
menos contentos, llegaban las vacaciones de Navidad o Semana Santa y lo único
que celebraba no era tener días libres para descansar, sino dejar de sentirme
inútil por un tiempo yéndome con mis amigos a hacer algo, lo que fuese, no
importaba el qué, y menos aún el dónde, pues con tener seguro que el cuándo
fuese ahora me era suficiente.
La
sensación de estancamiento que fui soportando día tras día, semana tras semana,
mes tras mes, para nada fue intensa desde un principio. Digamos que fui sumando
niveles conforme avanzaba el tiempo, pasando de una agradable introducción a un
complicado desarrollo y a un arrollador final. El apoyo familiar y sentimental
que tenía en esos momentos para mí era muy importantes. Aunque no consiguiesen
quitarme las penas, la llegada del fin de semana era algo maravilloso. Además,
en dicho año también me saqué el curso de árbitro de fútbol sala, el deporte al
que siempre he jugado, y aunque parezca mentira para mí era una forma de
completar mi tiempo libre, de desconectar en una rutina plagada de insatisfacción, pues disfrutaba sabiendo
lo que iba a conseguir (un trabajo en los fines de semana para sacar algo de
dinero de este país de mierda donde mi padre se tiene que recorrer España para
conseguir un trabajo pagado de aquella manera).
Terminó
el fracasado año académico y me sentí liberado, más al conseguir aunque fuese
con notas mediocres que no me quitasen la beca dada y poder pagarme el
siguiente año de estudios (debido al cutre sistema becario actual que quiere
justificar las altas tasas que hay que pagar en la universidad), el que he
acabado recientemente. A partir de Marzo, tras un brote de desesperación frente
a los continuos ánimos de mis abuelos en una cena familiar típica para seguir,
tuve claro que debía salirme y comenzar mi carrera profesional en otra parte,
investigando entonces tanto módulos superiores como grados universitarios uno a
uno para no volver a caer en el mismo error. Que me gustase era lo principal,
claro está, pero todos sabemos bien que lo económico prevalece sobre lo demás
en una sociedad capitalista y que no podría soportar repetir la misma
situación.
Llegó
el verano y me esperaba lo mejor: volver a sentirme bien como lo fui al acabar
selectividad. Pero no iba a ser tan fácil, pues en ese verano pude presenciar
la ruptura de mi grupo cercano de amigos. Poco a poco fui viendo cómo un grupo
de colegas formado por personas distintas pero complementarias se fue desintegrando,
mayoritariamente por las críticas de un pequeño sector, además de por la falta
de actividad y pasotismo de otro, el cual no tuvo en cuenta ni dio importancia
a la situación durante una gran cantidad de tiempo. Entonces me planteé cómo
solucionar lo que estaba pasando, intentándolo de cualquier modo pero
inevitablemente viendo que todo iba a acabar mal. La solución por lo tanto fue
aislarse y formar un grupo de menor número pero más unido. Acababa el verano y en
su mayoría había sido otro fracaso más.
Por
ese tiempo yo ya había entrado al grado que había considerado oportuno tras
informarme bien de todo, con la ayuda de algunos conocidos. Había pasado por
dos fracasos en dos ámbitos diferentes: el académico-profesional y el de la
amistad. No obstante, me sentía recuperado porque todos sabemos que cuando algo
cambia debe de ser para mejor. Entramos entonces en este último año, donde
académicamente ha ido de lujo y donde he logrado forjar un buen grupo de amigos
nuevos, o más bien dicho dos grupos de amigos (cada uno de su rollo pero
igualmente efectivos y agradecidos). ¿Qué podría pasarme entonces? Si había
logrado solucionar mis problemas anteriores, ¿ya nada podría darme un bajón tal
y como experimenté tiempo atrás, no? No, no estaba en lo cierto. Cuando menos
te lo esperas pierdes lo que más unido tenías en ese momento, y no me refiero a
mi familia, que por supuesto es el pilar fundamental de mi vida y me alegro
muchísimo de que esté estable y feliz, sino a la relación sentimental que había
tenido hasta ese momento, comenzada justo cuando mi calidad de vida fue a peor.
Con esto no quiero decir que con dicha persona estuviese peor, sino que dio la
casualidad en el tiempo y debido a ello adquirió un plus de valor al ser un
método de escape de mis malas sensaciones con el día a día. Otra vez en el mes
de Marzo se había torcido mi vida.
Pese
a todo, y como he mencionado al comienzo, aunque no lo parezca a simple vista,
definitivamente puedo decir que he sobrepasado el límite de lo racional y la
ambición me ha comido a mí mismo, me repito en el error. Esta es la frase con
la que hoy me he levantado, pues creo que he conseguido saber qué es lo que me
ha pasado. Todos los FRACASOS tienen algo en común, y no es más que la
dificultad que he tenido para superarlos. Durante mucho tiempo he intentado
encontrar la causa y razón de cada uno de ellos en la otra parte del problema,
la que no depende de mí, la cual es imposible de solucionar por esto último.
Este ha sido mi error, al igual que el error con el que he comenzado la
reflexión del partido político ganador, y no es más que querer que los demás
hagan lo que tú crees correcto, cuando por muy maduro o sabio que seas nunca
conseguirás formular palabras ni llevar a cabo actos por parte de otra persona
que no seas más que tú mismo.
Hoy
puedo decir que basta ya, que ya me he cansado de perder el tiempo. Basta de
llorar dos o tres veces a la semana por un sistema mal organizado donde los
profesores de la universidad generalmente no tienen más ambición que la de dar
su clase e irse rápidamente a la cantina a tomarse algo, contando los días que
quedan para terminar el mes o que lleguen las vacaciones, menospreciando a sus
alumnos y a la par su ilusión por aprender. Basta ya de darle tanta importancia
al éxito académico numérico y a las universidades idolatradas donde si no pagas
tu tasa y llevas vida universitaria te quedas atrás en el ritmo de vida al que
estamos acostumbrados los jóvenes de hoy en día, lo popularmente conocido.
Basta ya de intentar solucionar los problemas de otros, queriendo llegar a
acuerdos con las espinas creadas para mantener una amistad grupal fuerte,
viendo cómo al final todo se derrumba porque la base está mal construida no por
la falta de material, sino porque otros se esmeran en destruirla mientras tú te
arrastras para intentar salvar el edificio. Y por último basta ya, para
terminar, de estar ciego, de ser tan bueno con los demás, con las llamadas
“personas especiales” aunque no te lo demuestren del todo debido al dejarse
llevar por lo que sientes que se traducen nada más que en torturas mentales
diarias e impedimento del disfrute del presente. Por mi parte, insisto,
intentaré formarme en lo que considere necesario y útil para mi vida, pasando
de la ambición por ser algo en la vida al disfrute del día a día con lo que
hago, y también haré (no intentaré esta vez) que quien tenga un mínimo interés
por mí lo muestre con los detalles que marcan la diferencia, no refugiándome en
esos falsos mitos que nos inculcan desde que somos pequeños.
Podría
comparar esta situación fácilmente con la actual democracia española, donde
solamente el título, la fachada, nos hace creer que es perfecta, que todo lo
que se lleva a cabo está bien hecho porque tiene una bonita portada y una
caligrafía estupenda. Pero no, no es así, ya que se sabe si las cosas son
buenas y merece la pena luchar por ellas cuando las conoces desde dentro, tanto
en cualquier sistema como en cualquier persona. Esa es la lección, la moraleja
que he sacado en estos dos años que potencialmente me han cambiado, espero que
a mejor. Ahora toca disfrutar del camino a nuevas ilusiones, nuevos objetivos y
nuevas metas, pero con las experiencias anteriores bien aprendidas para no
fracasar otra vez y conseguir lo que más me ha fallado hasta ahora y hubo un
tiempo que perdí, la seguridad en mí mismo, eje de todo lo que hago.
Como
conclusión, quiero dedicar la reflexión que he hecho a una amplia variedad de
personas que pese a lo que me ha ido ocurriendo me han demostrado que merecen
la pena tanto con palabras como con actos, pasando de un segundo plano a un
primer plano, y también manifiesto mi descontento con aquellas que han ido de
manera inversa. Cualquier conocido que lea esto sabrá qué lugar ocupa. Hago
especial mención al lugar que ocupa mi gran amigo José Antonio Manda. No solo
tú me has dado razones para confiar en alguien, pero sí eres el único que ha
logrado comprenderme, apoyarme y ayudarme en la medida en la que has podido en
los diferentes episodios que me han ido ocurriendo a lo largo de mi vida desde
que nos conocemos. Te deseo lo mejor en tu vida, aquí estoy tanto para las
buenas como para las malas.