Todos,
o casi todos, hemos experimentado alguna vez ese sentimiento de afecto hacia
una persona ajena o no a nuestro día a día. Son muchas las formas de
encontrarnos con alguien que nos atraiga, ya sea por medio de trabajo, de
estudio, o simplemente por mera coincidencia en un sitio concreto en el momento
exacto de nuestra vida. No
vengo a hablar de cómo hay que enamorarse (si bien se debería definir así al
sentimiento de deseo sexual hacia otra persona, el cual no lo veo rentable para
un diccionario), sino que me dispongo a que reflexione conmigo sobre cómo ha de
llevarse una relación con una persona subjetivamente especial, lo cual es muy
complejo y depende mucho de cómo sea cada uno. Tenga en cuenta que es una
opinión personal como cualquier otra y puede estar sujeta a malas
interpretaciones y errores. Allá vamos.
Digamos
pues que en lugar de enamoramiento lo que surge es una atracción intensa
simplemente, o progresiva según el caso dado. Es obvio que en los primeros
contactos nuestro pensamiento gira en torno a esa otra persona, lo cual no es
nada “sano” digamos. No obstante, esto es inevitable si realmente te gusta.
Somos seres razonables dominados por los sentimientos al fin y al cabo, y eso
nos lleva a tender hacia el pecado (o a lo inmoral para los cabezones de la
religión y la lengua) en muchas ocasiones. La diferencia entre cada relación y
entre cada ser humano al fin y al cabo reside en cómo progresa en su mente dicha relación cuando ya se ha superado esa primera fase de noviazgo tan novedosa
como a la par intensa. Todos
conocemos el típico caso de la pareja pegajosa, no nos hagamos los tontos. Si
no lo conoces deberías salir más de casa y conocer a más gente. Esa pareja que
deja a sus amigos de lado fingiendo un sentimiento de compensación basado en la
mentira, queriendo unir en una persona a dos personas con vidas totalmente
independientes que por mucho que se peguen no se van a unir. Sí, las parejas
que se chupan entre ellas, las parejas que se quitan más vida de la que se dan,
que quieren vivir sumergidos en una mentira intermitente el resto de su vida
(aparentemente). Mi opinión es que esas relaciones están orientadas al fracaso ya sea en poco o en
mucho tiempo, pues un ser humano como primer fin debe buscar la mejora de su
naturaleza, su riqueza como persona, y el proporcionarle a otra persona un
control injusto sobre ti no es viable. Está claro que con esto no quiero decir
que querer a otra persona sea malo, o sea un sentimiento negativo, no tenemos
que confundir lo que estoy describiendo con las parejas que han conseguido un
grado de conexión tan extraordinario que se completan la vida uno al otro.
Totalmente al contrario, es buenísimo, pero como todo, es favorable hasta
cierto punto. En el término medio está la virtud, como diría Aristóteles.
Otro
caso frecuente es la relación de pareja puramente atractiva basada simplemente
en desfogarse de la rutina cuando se ven. En este caso estamos hablando de un
error mucho más grave que en el caso anterior. Si nos viésemos sumergidos en
una relación de este calibre, solamente bastaría con pararnos a pensar un
momento para ver cómo estamos usando a la otra persona como si fuese un
utensilio, como un objeto más al que tenemos fácil acceso, olvidándonos por un
momento de que los objetos siempre están ahí pero las personas no, las personas
se acercan y se alejan constantemente de nuestra vida. Muchas personas ven este
caso como algo normal, como algo moderno, como algo a lo que hay derecho porque
todos somos libres y conscientes de lo que hacemos. No, señor/a, a lo que yo me
refiero es a la despreocupación que significa una relación así, pues no
olvidemos que no estamos hablando del popular término “follamigos”, sino que
nos ponemos en la situación de dos personas que “quieren quererse” a través de
una portada puramente física. Claramente se preocupan por ellos, pero no por su
relación sino por la visión que tiene el resto de la gente por susodicha. Pero
bueno, las personas que suelen caer en este error están acostumbradas. Total,
se pasan así toda su vida normalmente. Yo
estoy completamente a favor de intentar una relación con cualquier persona
porque para ti está bueno/a, en eso no hay problema, pues la primera impresión
siempre es 100% física, y quien diga lo contrario miente ya que somos animales
al fin y al cabo. Pero cuando entramos en el llamémoslo segundo nivel es donde
confirmamos si realmente sentimos atracción por esa persona, conociendo su
personalidad y su forma de ser. Son muchas las relaciones que perduran gracias
a esto. Al fin y al cabo, un pene acaba cayendo, unas tetas acaban caídas, los
culos empeoran, la cara envejece, y lo más importante es que nosotros no
queremos pasar el resto de nuestra vida con alguien a quien detestamos ver. La
esencia está en la conexión mental, cuando solamente con mirar al otro tenemos
claro que los dos nos valoramos mutuamente, pues cuando una persona da más en
la relación que su pareja nos enfrentamos ante un problema común muy palpable
orientado a la confusión y al error, salvo en contadas ocasiones donde todo se
arregla. Sin
embargo, no preocuparse por cómo concebir una relación y malinterpretarla para
usar a la otra persona como medio para conseguir un fin de placer, a largo
plazo nos va a perjudicar. Somos seres que nos movemos por costumbres, por valores
morales (siempre tendremos excepciones, está claro, pero hablo de forma
general), por caprichos. Una relación comienza siendo un capricho, pues estarás
de acuerdo conmigo con que catalogarlo de necesidad sería algo aberrante. Pero
cuando ese capricho se convierte en costumbre es cuando algo falla, cuando algo
lo estamos haciendo mal. Con esto pasamos así al tercer caso, el de las
personas que necesitan una relación, que dicen o aparentan no poder estar
solas.
Nuestro
tercer caso es el que más me aterroriza, pues influye y empeora casi siempre la
vida de cualquier ser pensante. Las personas, ya sean chicos o chicas,
independientemente del sexo, de la edad, o de la etnia, que sienten la
necesidad de tener una relación presente en su día a día son las que pecan a la
misma vez de costumbre y de capricho, pero en este caso de una peor forma, pues
se hace sin un pensamiento razonable previo. Cuando salimos a la calle vemos de
vez en cuando a la típica persona de muy buen ver con el que nos daríamos un
revolcón si se diese el caso y nadie lo supiese, hablando desde el instinto
animal. Es tarea de nuestro cerebro darse cuenta de que tenemos algo que nos
diferencia de los animales, que es la capacidad de reflexión y síntesis sobre
cualquier cosa, sea en el caso que sea. Tenemos que saber lo que nos merece la
pena y lo que no. Si
todos nos guiásemos por sentimientos abstractos y por instintos, nuestra
sociedad sería muy mecánica al estilo del libro “Un mundo feliz” de Aldous
Huxley, donde no hay ningún problema en tener una relación por probar, aunque a
priori creas que no te va a gustar, e incluso se vea mal el no aceptar esta
situación.
Con
todo esto quiero llegar a la siguiente conclusión: para poder conocer a una
persona primero debemos comenzar por conocernos a nosotros mismos. ¿Qué soy?
¿Cómo soy? ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿En qué podría ser de gran utilidad?
¿Estoy haciendo lo correcto? Después nos podríamos empezar a plantear un
conocimiento profundo del prójimo. Estamos ante un problema muy grave: infinidad
de personas buscan completarse conviviendo con una persona que complemente con
él o ella, incentivando a su vez y prejuzgando una manera de ser de otra
persona que debe de coincidir con lo que yo pienso que debe ser. Necesitamos
valorar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. Necesitamos amar lo que
hacemos y dejarse de tanto amar a otros solamente. Tenemos que amarnos a
nosotros mismos para poder amar a los demás, pues si no tenderemos a caer en el
caso de la pareja pegajosa que se necesita constantemente para poder sentirse
definidos en este mundo, ya que por separado siempre les va a faltar algo. Falta
gente que valore lo que hace, que ame lo que hace, lo que dice, lo que piensa,
y que esté orgulloso de ello. Hay que acabar con la “raza” que se ha creado en
el siglo XXI del personaje en busca de la relación perfecta, el trabajo
perfecto, con la familia perfecta. ¡Es imposible y no nos queremos dar cuenta!
¡Lo único que se puede intentar perfeccionar es a uno mismo, y aun así no se
consigue tan fácil! Voy a terminar animando a los que han leído este artículo-reflexión
a que nunca se encierren en un pensamiento, a que duden de lo que les gusta,
que duden de su sexualidad, de sus costumbres, de su trabajo, de su familia,
pues no siempre lo que hace la mayoría es lo correcto, y ni mucho menos hay que
dejar que cuando muchas personas dicen una mentira esta se convierta en una
verdad. Nacemos prejuzgados por la sociedad que nos rodea, la cual siempre nos
quiere limitar a lo largo de nuestra vida. Ser diferente está mal visto, ser
distinto a mucha gente le da asco. No tenemos por qué aguantar a una persona a
lo largo del tiempo si esta no se merece nuestro cuidado, y por lo tanto para
evitar esta confusión no debemos de seleccionar por seleccionar a nadie para
confrontar una relación sentimental, ni tampoco cerrar nuestras puertas a nada.
Disculpen
la trascendencia que ha tenido mi escrito, pasando del tema del amor a una
temática más general abarcando trabajo, familia, salud, amigos, etc. Solo
quería poner el amor de excusa para entrar en puntos más importantes le pese a
quien le pese, que siempre serán la definición de uno mismo y la búsqueda de la
felicidad individual, por muy sociales que seamos. Amen lo que hacen, y elijan bien a quién y cómo amar… ♥